La hidratante de tu alma es la oración. Si no hidratas la piel de tu rostro, se marchita. Así, si no oras, tu alma se reseca. Pero a medida que confías en Dios, el afán y la ansiedad desaparecen, y aprendes a reposar y esperar en el Señor.
La tonificante de tu alma es la alabanza. Cuando alabas a Dios y vuelves a El tus pensamientos, cuando te olvidas de ti mismo, sin egoísmo en tu corazón, quedas libre para que Dios ponga en tí su gozo.
La nutritiva de tu alma es la Palabra. Así como en lo físico no puedes vivir sin alimentos, tu alma necesita el alimento de la Palabra de Dios. Cuando te alimentas con la Palabra, la debilidad y la confusión desaparecen. Serás como árbol plantado junto a corrientes de agua.
El protector de tu alma es la coraza de la fé. Con la fé te protegerás de las inclemencias de la vida, mirarás por encima de las circunstancias y pasarás victoriosa en medio de las pruebas. A través de tí, Dios moverá montañas y alcanzarás a otros para gloria de Dios.
Si usas a diario estos productos de belleza, tu alma se mantendrá limpia y tu corazón será puro. Te saciarás de bien, de modo que te rejuvenezcas como el águila.
El que alguien toque mi vida es un privilegio, tocar la vida de alguien es un honor, pero el ayudar a que otros toquen sus propias vidas es un placer indescriptible.
Anónimo
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