Gilberto Macías es uno de mis buenos amigos. Nos conocemos desde muy jóvenes. Era un hombre bueno, cordial y muy cariñoso. Se licenció en Derecho por la Universidad de Murcia. y entre sus aficiones principales destacaba la poesía. Entre sus galardones como poeta figuran el haber obtenido varios años la flor de primavera, importante premio de los Juegos Florales de Murcia, además de infinidad de colaboraciones en diversas revistas culturales de ámbito nacional y emisoras de radio. Mientras preparaba las difíciles oposiciones al Cuerpo Nacional de Policía, que como no podía ser de otra manera aprobó como Inspector, colaboró en la desaparecida emisora Radio Juventud de Albacete.
Su primer destino lo condujo a Madrid para hacerse cargo de la Comisaría de Policía del distrito de Villaverde, donde pasó diez años de su vida. En este tiempo Gilberto, aquel castellano-manchego que lleva muy dentro su mancheguismo, el amor a su tierra y su devoción a la Virgen de Los Llanos, nuestra Patrona, contrajo matrimonio en Albacete con Maria Teresa una bella mujer con la que tuvo un par de chicos que colmaron la felicidad de la pareja.
Posteriormente fue trasladado a Bilbao, donde padeció un horrible y duro golpe psicológico que le marcó tal vez para el resto de su vida, cuando cierto día por un retraso al cumplir un servicio policial, su destino le evitó una muerte segura. Fortuna que no tuvieron sus compañeros que por la explosión de una bomba encontraron la muerte.
Y desde entonces este hombre fuerte, educado y simpático, cayó en una fuerte depresión que le alejó de su trabajo varios meses. Pasados éstos, lo trasladaron a otra provincia en calidad de Comisario-Jefe. Años más tarde fue jubilado mi amigo Gilberto, todavía con aspecto de hombre joven con buena salud que continúa luchando por derrotar esa depresión que no le abandona. Y cuando al lado de su mujer e hijos intentaba seguir adelante, el matrimonio decide separar sus vidas.
Mi amigo que siempre creyó en el de Arriba, teme que le dé una vuelta más a la tuerca que ya le tiene sujeto al banco de la angustia y le pide que le dé salud y que no le mande sobre sus hombros más cargas que quizás no podría soportar, permitiéndole seguir adelante.
Pero el sabe que el hombre propone y Dios dispone, Dios nada más ni nada menos.
Y yo me pregunto como podría ayudar a Gilberto mi amigo al que quiero y por el que sufro por esa dramática soledad en la que vive, aunque a veces, me confiesa, desea estar solo sin que nadie le diga nada, sin que nadie le comparezca y golpeándole la espalda le diga, que bien te veo, o que te encuentres con el amigo optimista que te anime diciéndote que hay que vivir la vida a tope y hay que estar siempre alegre. Y le haga comprender que en el fondo reír, divertirse o llorar, es un ejercicio válido que posiblemente le pueda ayudar.
A veces sueña con su mujer que lo recibe de nuevo, que lo abraza y que unidos hacen planes hermosos. Pero al despertar mira a su alrededor y al no encontrarla se pone a llorar porque no acaba de entender el motivo de no estar juntos precisamente ahora que más se necesitan, cuando sus hijos viven su vida y a veces pasan días sin apenas saber nada de ellos
Pienso y así se lo comento, que esta soledad que apenas puede superar y que no le deja vivir, no es más que un problema de amor. Un problema que le debe hacer reflexionar sobre esas personas que tanto han amado a la humanidad y que apenas han tenido tiempo de sentirse solitarias, por que Dios estaba con ellas. Y preguntar a su conciencia ¿a cuantas personas quiero yo? Ya que posiblemente pueda tener un alivio su soledad si se dedica a amar a otros en lugar de mendigar para ser querido. Y es que aunque parezca mentira el corazón no se nos llena cuando se es querido, sino cuando se tiene mucho amor que repartir, porque los que aman recogen amor y ante la hipótesis de que no te lo reconozcan, siempre se tendrá la alegría de haber sido útil a los demás.
Gilberto mi buen amigo, yo no podría perdonarme a mí mismo, el que pasara un solo domingo, sin que abriera mi corazón a través de mi modesta colaboración en estos foros, para entregárselo a quienes me leen con el suyo abierto.
Y no olvides a San Agustín cuando dijo “Lo que hayas amado, quedará. Las cenizas desaparecerán”
miércoles, 29 de octubre de 2008
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