Hay una razón básica para abstenerse de la relación premarital: porque Dios lo dice. Si Él dice que el sexo prematrimonial está prohibido (y lo ha dicho) entonces es causa suficiente para refrenarse de tal conducta. No obstante, Dios nos ha dado numerosas razones para obedecer su mandamiento y es vitalmente importante conocerlas porque es conocer el por qué.
Tenemos ocho buenas razones para que tu adolescente espere, cuatro son beneficios y las otras cuatro consecuencias.
El esperar favorece una relación personal, más que física. Todos deseamos una relación de amor íntimo y el sexo es la expresión física de esa relación. Pero es sólo un reflejo de intimidad, no la causa. Cuando el sexo está primero que una relación personal, no deja que el verdadero amor se desarrolle.
El esperar desarrolla el carácter. El sexo está diseñado para experimentarse entre dos personas casadas, construido sobre autocontrol, disciplina, sensibilidad, paciencia, compromiso, confianza y fidelidad. Cuando está gobernado por esas cualidades capacita a la pareja para gozar de grandes profundidades en intimidad y unidad. Cuando esto se halla en el carácter, son el fundamento para la continuidad y la satisfacción de una relación y del matrimonio.
El esperar asegura una relación confiable. La confianza es fundamental para el matrimonio. Cuando un esposo o una esposa sabe que el otro ha esperado, se fortalece el factor de confianza. Si un hombre y una mujer pueden esperar hasta el casamiento para consumar el sexo, hay una confianza agregada de que él o ella se mantendrá fiel después del matrimonio.
El esperar construye una buena autoestima. El esperar desarrolla el carácter y, mientras el adolescente ve que así sucede, su autoimagen mejora.
No esperar significa tener recuerdos con qué batallar. Una de las bellezas de nuestra mente es su capacidad para recordar. Es así que los recuerdos de experiencias sexuales pasadas vuelven a rondar como «fantasmas sexuales». Decenas de jóvenes me han contado cómo batallan contra el miedo de la «comparación», al relacionar el presente con el funcionamiento sexual de otras parejas. En muchos casos, esta ha destruido la relación. Aun años más tarde, burlándose de la saludable relación o matrimonio, esos fantasmas pueden retornar.
El no esperar carcome la autoestima. La culpa y los remordimientos acompañan generalmente a las relaciones prematrimoniales. Si no se trata debidamente, devastará la autoestima de una persona joven.
El no esperar significa la posibilidad de embarazo. Un embarazo no planeado causa inmenso sufrimiento a la chica, al muchacho, a los padres y al bebé.
Hay 34.000 otras razones para esperar. Ese es el número de nuevas enfermedades por transmisión sexual que se reportan diariamente. Las consecuencias de estas enfermedades incluyen dolor físico, daños cerebrales en los recién nacidos, esterilidad y aun la muerte.
Siempre que Dios emite un mandamiento negativo tal como «¡Espera!», lo hace con dos motivos positivos: protegernos y proveer para nosotros. Él sabe que si el sexo va a ser importante, deberá ser experimentado dentro de cierto contexto. Sus leyes, restricciones y mandamientos establecen los beneficios y es la guía que define amor, relación y matrimonio en su máxima expresión. Es liberador saber que la motivación de Dios para prohibir algunas cosas es para protegernos de influencias destructivas y proveernos de todo lo que necesitamos física, emocional y espiritualmente.
El rey David es un ejemplo de cómo el violar los mandamientos morales de Dios trae dolor al corazón. Después que David cometió adulterio, Dios dijo: «Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más» (2 Sa. 12.7, 8).
Sin embargo David «estimó de poco valor» la provisión de Dios y trató de satisfacer sus necesidades a su manera. Esto resultó en muerte, violación, conspiración y disturbio. Pero a través de ello, la misericordia de Dios era evidente. En el Salmo 37.4, 5 David expresó cómo aprendió luego a confiar en un amante Dios que estaba deseoso de proveer y era capaz de hacerlo para todas sus necesidades y protegerlo del mal.
Tanto como sea posible, explícale al adolescente las razones que están detrás de las restricciones que pones sobre él. Comunícale que sólo quieres lo que es mejor para él. No te sorprendas si se enoja contra ti. La mayoría cree que «sabe lo que es mejor» para su vida, pero tú mantente en la postura. Tarde o temprano, el punto principal será entendido: que tú lo amas, y que los límites de tu amor, que provienen de un amante Dios, son para protegerlo y proveer para él.
sábado, 25 de octubre de 2008
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