sábado, 25 de octubre de 2008

CIELO E INFIERNO



Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.

Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición).

La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso y ellos estaban sudorosos y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él el siguiente diálogo:

- ¡Buenos días! -.
- ¡Buenos días! - respondió el guardián -.
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito? -.
- Esto es EL CIELO -.
- ¡Qué bien que hayamos llegado al CIELO porque estamos sedientos! -.
- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera - y el guardián señaló la fuente -.
- ¡Pero mi caballo y mi perro también tienen sed! -.
- Lo siento mucho - dijo el guardián - pero aquí no se permite la entrada a los animales -.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba y ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía pero decidió hablarle.

- ¡Buenos días! - dijo el caminante -.

El hombre respondió con un gesto de la cabeza.

-¡Tenemos mucha sed mi caballo, mi perro y yo! -.
- Hay una fuente entre aquellas rocas - dijo el hombre indicando el lugar - Pueden beber toda el agua que quieran -.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió sobre sus pasos para dar las gracias al hombre.

- Pueden volver siempre que así lo deseen - le respondió éste -.
- A propósito, ¿Cómo se llama este lugar?- preguntó el hombre -.
- CIELO -.
- ¿EL CIELO?, ¿Sí?, ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era EL CIELO! -.
- Aquello no era EL CIELO, era EL INFIERNO - contestó el guardián -.

El caminante quedó perplejo.

- ¡Deberías prohibir que utilicen ese nombre!, ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! - advirtió el caminante -.
- ¡De ninguna manera! - increpó el hombre - En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos -.
PAULO COELHO.

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